
Juego, set, corte: Todo el mundo quiere una cita en este salón ultra exclusivo del US Open
Es el cuarto día del US Open, y me escoltan hasta el lugar más exclusivo del recinto: no la suite presidencial solo por invitación ni el nuevo Courtside Club en el Arthur Ashe Stadium, sino el salón privado para jugadores donde el peluquero francés Julien Farel está terminando un recorte. Este año se cumplen 17 años de su salón temporal, donde Farel y su séquito de estilistas expertos, barberos, trenzadores y manicuristas trabajan sin descanso para ayudar a los jugadores a verse y sentirse listos para el torneo, y el espacio está, literalmente, lleno de energía. (Me cuentan que el primer día del Open, todas las citas se agotaron en 15 minutos). "Me tomó cinco años conseguir el contrato", comparte Farel mientras nos alejamos del rugido mecánico de los secadores. Aunque tiene raíces permanentes en Nueva York con su salón homónimo en el Upper East Side, siempre ha sentido una conexión profunda con el mundo del deporte y buscó unir sus dos pasiones. "De niño quería ser futbolista profesional. Esquío, hago carreras y juego al tenis: así crecí", recuerda. "Cuando practico deportes, no siento que esté trabajando, y cuando hago cabello, tampoco siento que esté trabajando". Y no se equivoque: cuando se trata de rendir bien en la cancha (o en la tierra batida o en la hierba), dice que el cuidado del cabello tiene un papel importante que desempeñar.
En el salón: Alex de Minaur, Frances Tiafoe, Stefanos Tsitsipas (Crédito de la imagen: Yuki Tei) El tenis, ya ve, es un deporte muy visual, donde el estilo personal y el rendimiento atlético se están fusionando cada vez más. Los jugadores quieren un conjunto elegante que combine con sus izquierdas y derechas gráciles, y eso se extiende a su peinado y sus manicuras. "Siempre están ante las cámaras. Quieren verse bien", añade Farel. Con un juego de capas que enmarcan el rostro o trenzas intrincadamente tejidas, "de repente, puedes cambiar la forma en que alguien se va a ver a sí mismo". Por no hablar de que un mimo antes del partido puede ayudar a despejar la cabeza; quizás por eso la campeona de Grand Slam Coco Gauff optó recientemente por una pedicura de Hermès en el salón antes de salir a la cancha. "Nosotros nos ocupamos de su belleza y bienestar, y ellos se ocupan de jugar al tenis", afirma. Está claro que asume una gran responsabilidad al atender el bienestar de los jugadores, un orgullo que puedo ver en tiempo real cuando Farel saluda a cada transeúnte con un leve asentimiento de cabeza y una sonrisa cálida.
Cuando se trata de peinados, sin embargo, equilibrar la forma y la función no siempre es un paseo: especialmente cuando la humedad, el calor y el sudor entran en juego. Por eso Farel se compara con un arquitecto, alguien que trabaja con volumen y proporciones para construir diseños visualmente atractivos pero muy prácticos. Por ejemplo, las capas ciertamente añaden dimensión y estructura a un look general, pero él prefiere cortar mechones suaves y bien integrados que enmarquen el rostro (también llamadas "capas fantasma") que los jugadores puedan recogerse en una cola o con una cinta. "Es diferente a un corte para un desfile de moda o una sesión de fotos", explica Farel. "Al jugar al tenis, su trabajo es ganar cada partido. [Tengo que] asegurarme de que el cabello vaya a verse bien cuando no estén jugando tenis, pero debe ser cómodo cuando sí lo hacen". La comodidad también es la consigna en lo que respecta a los productos de peinado, así que además de su propia línea de cuidado capilar, Farel se ciñe a gels y pastas de fijación fuerte—cualquier cosa para "bloquear" el cabello y que "se mantenga bien a medida que avanza el partido". Las fórmulas sin alcohol son también innegociables, ya que ese ingrediente puede escocer cuando el sudor, cargado de producto, inevitablemente les entra en los ojos a los jugadores.
En el salón: Donna Vekić, Pablo Carreño Busta (Crédito de la imagen: Yuki Tei; Julien Farel) Un refugio alejado del bullicio y de los objetivos de las cámaras, el pop-up de Farel funciona como un ritual pre o post partido para muchos jugadores. Tomemos al legendario Rafael Nadal, que estrenó una transformación dramática a pelo corto (obra de Farel, por supuesto) en 2010—y luego se llevó el título individual masculino. "Cuando eso le pasó a Rafa, cada año después venía a cortarse el pelo. Yo era un amuleto de la suerte", bromea Farel. O considere al campeón de 24 Grand Slams Novak Djokovic, de quien Farel dice que se escabulle para un recorte incluso hasta una hora antes de un partido, completamente tranquilo y seguro de sí mismo. Tras ganar su partido de tercera ronda el año pasado, Donna Vekić también se dirigió directamente al salón de Farel para cortarse un flequillo cortina desfilado antes de su rueda de prensa. (No habrá flequillo este año para Vekić, me dice Farel, ya que probablemente no iría con su nuevo corte mucho más corto).
Este año, el corte del que todos hablan es, sin duda, el de Carlos Alcaraz, el jugador número 2 del mundo de 22 años, que llegó a su primer partido con un corte rapado al cero—afeitado por su propio hermano después de que éste le dejara mal un recorte. A decir verdad, el nuevo corte es bastante práctico ("Yo dije: 'Supongo que eres aerodinámico'", dijo a los periodistas la estrella número 17 del mundo, Frances Tiafoe, sobre su reacción inicial), y es discutiblemente tendencia, ya que Farel menciona que muchos jugadores masculinos han optado por cortes rapados en el salón este año. "Tenía programado cortar a Carlos, y mi vuelo se retrasó desde Florida", admite. (Farel también dirige un salón en Palm Beach). "El hermano de Carlos se encargó". ¿Quién sabe? Si Farel hubiera estado con él, quizá un look completamente distinto habría acaparado los titulares.
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